El verano es la oportunidad perfecta para descansar, ver a los amigos y cuestionarse por qué tuviste que comer tantas sopaipillas durante el invierno. Sin duda, hay varias cosas que hacer durante el estío, aparte de arrepentirse de las decisiones tomadas durante otras estaciones o en otras épocas de la vida: ¿Por qué no estudié pedagogía? ¡¿Dos meses de vacaciones?! Pero ánimo, cazadores, que de dulce y agraz está hecha esta gran resaca que es la vida. Mientras, sí, lo reconozco, hay que trabajar en calurosas oficinas o en aún más cálidos exteriores, no olvidemos la gran ventaja del periodo canicular: fríos y largos vasos, pletóricos de condensación por fuera y hielo por dentro, llenos de la ambrosía de los dioses que vuestra merced escoja. ¿Cómo decidimos con qué rellenar el vaso? Yo le ayudo.
Vino con melón o melón con vino
La propiedad conmutativa no aplica en este caso: echarle vino a un melón es una actividad relajante, casi solemne, particularmente embriagante; echarle melón a un vino es un acto mendaz, pretencioso y muy poco respetable. ¿Por qué va a echar a perder un muy refrescante chardonnay vertiéndole fruta picada? Tómeselo solo, caramba. Por otro lado, echarle un buen blanco genérico a un meloncito lo ennoblece, lo torna en una acto de la naturaleza mejorado por el Hombre, como “una uva pasa cubierta de chocolate o un mono vestido de vaquero”.
¿Cerveza con qué?
Una vez dije que no había nada como el olor a fanschop por la mañana. Y me llamaron alcohólico. Yo los llamo a ustedes ignorantes (nunca vi Apocalypse Now, pero puedo reconocer una referencia, caramba) y les refuerzo el concepto: el fanschop es la champaña de los pobres, el Coldplay de Radiohead, el sustituto ideal de un buen trago. La michelada, por su parte, consiste en verter aderezo de ensalada a un inocente vaso de cerveza: juzgue usted si eso lo va a ganar el Cielo o el Infierno.
Tom Collins
Aquí sí, pues. Aquí sí podemos echarle un poquito de jugo de limón a un gin y recuerde unirlos con agua tónica, no soda como los boludos: la diferencia práctica entre tomar gin aguado y un Tom Collins va más allá del sabor, radica en la posibilidad de usar el agua tónica en algo útil para el ser humano. ¿Quién inventó ese brebaje, caramba?
Mimosa
“El trago ideal para el brunch”, lo llaman algunos. Espumoso con jugo de naranja, le digo yo. Ponerle nombre a este engendro es como practicar regata: una actividad innecesaria y reservada solo a gente con recursos económicos amplios y disponibles. Claro, la mimosa de las buenas: uno siempre puede conseguirse una cámara de neumático y navegar las aguas del río más cercano. Pero no es lo mismo, ¿no?